miércoles, 31 de agosto de 2011


el rol de la enseñanza y las tecnologías
En la Universidad, las estrategias pedagógicas responden en la praxis a
los retazos de las excelentes y pésimas vivencias que hemos tenido a lo
largo de la vida académica. Y al convertirnos en docentes nos exhibimos
a la clase como la colcha que construimos a partir de las formas de
evaluar de Sixta Tulia, las maneras de impartir la clase de Rojas o
la de hacer partícipes a los estudiantes al estilo de Cardona. Quizá
sólo pocos maestros universitarios hayan tenido oportunidad de asistir a
capacitaciones, talleres, seminarios o incluso postgrados en pedagogía;
pero eso, a pesar de todo, no basta.
La medición real del rol de la enseñanza no se da en otro lugar diferente
al aula, pero la aparición de las tecnologías hace que este sitio adquiera
nuevas características. Ya no se trata simplemente de cautivar la atención
de los asistentes (fíjese que no digo estudiantes, a pesar de que se trate de
la verdadera condición), reitero asistentes porque la mente se dispersa al
cabo de diez minutos, según los estudios de cognición.
Las tecnologías median, entonces, el entorno en el que se impartirá la
sesión de educación y aprendizaje, invaden los techos con jaulas que
encierran video beams (todavía tememos al hurto), los extremos de las
paredes se asemejan a paneles de control de la NASA, los televisores de
plasma coronan las esquinas (y pensar que en Tokio están reciclándolos
por la llegada de la televisión digital) y pilas de videocaseteras y DVD
se despliegan sin misericordia. Y justo ahí está de pie el docente ante el
tablero de acrílico, sin saber cuál botón oprimir porque las funciones están
en inglés. Surge otro enorme inconveniente: nuestros docentes no son
trilingües, ni siquiera bilingües, y escasamente hablan de manera correcta
el castellano.

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